Pequeña crónica, fuera de tiempo y espacio, de un viajero desconocido: mi bisabuelo Beniamino.
De San Marco Argentano a Buenos Aires. 1863-2020
Una vez más, como un par de años atrás, vuelvo a intentar escribir esta historia. Y una vez más, me cuesta decidir por dónde comenzar. Una vez más estoy en el tren, en un repetido tren, donde los senderos se bifurcan sin límites. Mi cuerpo permanecía en el vagón, pero mi mente se traslada a un pequeño y para mí aún desconocido pueblo en Calabria, andando y desandando los pasos de mis antecesores; intentando reconstruir sus sentimientos y emociones y tal vez sus pensamientos e ideas. Varios son los protagonistas de este relato. La primera, la tía, que por algún motivo decidió o tuvo el impulso de transferirme el relato de un pasado-presente que guardaba en su mente como un tesoro y que la acompañó hasta el final.
La historia escrita por mis abuelos comienza mucho antes de mi existencia en este mundo, incluso antes de que supiera de la existencia de países y continentes, antes de saber lo que es un pasaporte o entender lo que es un abuelo. Sin dudas es el viaje en tren un buen lugar para contarla ...
Mi relato está constituido por fragmentos de recuerdos, también búsquedas, emociones, diálogos y deducciones. No es absolutamente lineal. Se asemeja a la vida misma, donde los tiempos se mezclan y conviven presente y pasado de forma indistinta. Por eso se intercalan formas verbales del pasado y del presente en un párrafo o una oración. No es una relato de éxitos ni de fracasos. Y está guiado, mayormente, por el asombro y los descubrimientos.
La tía Ada
El tren retoma su marcha. Abandona la estación de un pequeño pueblo, a medio camino entre Viena y un pueblillo, en la Provincia de Baja Austria, donde actualmente vivo. Las casas que veo parecen las primeras casas que dibujé en Buenos Aires, cuando era pequeña. Paradójicamente esta forma de construcción, con techos de tejas a dos aguas y chimeneas humeantes, no responden en absoluto al estilo arquitectónico de Buenos Aires.
Me doy cuenta de algo: desde que tengo conciencia practico el antiguo oficio de mirar por la ventana. Una vez más, como entonces, fijo la mirada en un punto indeterminado del vidrio ... La magia del cristal transparente disuelve el tiempo en líneas horizontales de colores y me transporta al instante previo a que mi tía Ada atendiera mi llamado.
Hace más de 30 años que no hablamos. La última vez que nos vimos tendría yo seis o siete años.
Debo confesar que me sentía inquieta y un poco incómoda al momento de hacer el llamado.
No recuerdo exactamente cómo conseguí su número. Pero sé que, antes de marcarlo completo en el teclado de mi teléfono, mis dedos lograban marcar solamente los primeros dígitos ... sin poder llegar hasta el último ... así varias veces.
De pronto, escucho su voz. Su forma de hablar es inconfundible.
Antes de poder pronunciar una palabra, desfilan por mi mente los recuerdos: la casa de la tía con sus escaleras al primer piso, mi primo Gustavo tocando la guitarra, el tío Horacio con un apellido difícil de pronunciar, los regalos de la tía ... Mi querido y estático perro dálmata ... que no podía suplir al perro "de verdad" que yo hubiera querido tener, pero allí estaba ... El pequeño carrousel musical donde sonaba "La cumparsita" mientras la calesita con techo de acrílico naranja intenso brillante giraba una y otra vez, portando sus seis minúsculos viajeros de goma (Mickey, el pato Donald, el tío Rico, ...)
En seguida, mis recuerdos se desvanecieron y mi propia voz me llevó al presente.
Me escuché decir:
- Tía Ada ...!? Hola. Soy Carla. Te acordás de mí?
Y no puedo imaginar cuáles habrán sido los recuerdos o pensamientos que desfilaron en aquel instante por la mente de la tía, al escuchar una voz por el auricular de su teléfono fijo ... una voz muy distinta a la que ella conocía de su querida sobrina Carla.
Ella no usaba teléfono celular. Tenía más de 80 años. Le gustaba leer el diario cada día y tanto su mente como su memoria estaban lúcidas, claras, intactas. Su cuerpo, en cambio, tenía algunas dificultades. Y la vida sedentaria no ayudaba a mejorar su estado. El tío Horacio, su marido y guía en la vida, ya no estaba a su lado. Mi primo Gustavo, gracias a la habilidad estratégica de su madre, vivía con mi tía Ada desde el primer momento. Y también hasta el último.
El encuentro
Desconozco la duración del tiempo, pero un día ... llegó el día acordado para visitar a la tía.
En alguna estación que no recuerdo tomé el Subte de la línea A y bajé en Acoyte.
La estación era la misma de siempre. Pero la tía se había mudado. Ya no vivía en la casa con escaleras que guardo en mi memoria. Vivía, en cambio, a la vuelta de aquélla; sobre la Avenida Rivadavia, en un edificio de departamentos, con vista a la Avenida, en las alturas.
Pero para ver a la tía había que sortear una serie de obstáculos.
Quien vive en Buenos Aires actualmente, no percibirá nada extraño en todo esto. Es parte de la vida común que hacemos automáticamente, sin consciencia alguna. La cuestión es que cierto tiempo transcurre desde que llegué al edificio hasta que pude reencontrarme con ella, tiempo que me ayudó a reducir un poco la ansiedad del momento.
Me transporto a la época en la que vivió mi abuelo Francesco o mis bisabuelos Beniamino y Pasqualina. Veo con ojos nuevos este proceso que antecede al encuentro con una persona. Imagino que para ellos no habría sido algo habitual.
Y todo este preludio es parte de la historia ... Al pensar esto en detalle se vuelve extraño para mí misma y no puedo evitar escribirlo. Quizás en un cierto futuro, o para alguna persona que nunca estuvo en Buenos Aires, pueda leerse esta pequeña crónica de ingreso a un edificio como un testimonio.
Al llegar al edificio buscado hay que detenerse delante de la puerta. A su lado se encuentra un dispositivo llamado portero eléctrico, un complejo mecanismo "moderno" que, en la mayoría de los edificios, sustituye a la persona que trabaja como portero abriendo la puerta a los recién llegados. El portero eléctrico no es otra cosa que una grilla de dimensiones variables, generalmente de bronce, con muchos botones ubicados regularmente en líneas horizontales y verticales ... cada uno de ellos está conectado eléctricamente a otro dispositivo (que es como un teléfono) ubicado en cada departamento individual. También tiene un parlante que permite, tanto al anfitrión como al invitado, escucharse entre sí.
Una vez elegido el botón necesario, se presiona y se espera.
Instantáneamente suena un timbre en el departamento del anfitrión. ( ...) El visitante escucha la voz de quien atiende y procede a anunciarse. -Hola, soy Carla. Como debido a la inseguridad las puertas de los edificios permanecen cerradas con llave día y noche, alguien debe dirigirse a abrir la puerta. En este caso, vino a abrirme Paulina, una chica paraguaya que acompañaba a mi tía desde hacía más de 20 años. Aunque no entiendo bien lo que dice (quizás producto del guaraní que es su lengua materna), la saludo y la sigo.
El siguiente paso es subir en un ascensor hasta el piso correspondiente (seleccionando previamente el número del piso deseado en una botonera). Al salir de él, caminar por un pasillo hasta la puerta precisa y abrir la puerta particular del departamento ...
Y finalmente allí estaba la tía Ada, sentada en su sillón.
Se levanta, con una sonrisa y voz alegre.
El departamento no es muy luminoso. Las paredes tienen un empapelado de otro tiempo, con motivos en estilo barroco en distintos tonos de verde seco. La tía ... es la misma de siempre, ahora con el cabello entrecano. No usa lentes. Pero sí usa un bastón.
Los relatos sobre nuestro presente terminan bastante rápidamente.
No era el presente lo que nos convocaba. Fue como si el abuelo Francesco hubiera organizado el encuentro para que su historia, la nuestra, llegue a esta página en la que hoy se encuentra.
Il nonno Francesco
No conocí al abuelo Francesco.
No pude escuchar su voz.
Vi su imagen en unas pocas fotografías en sepia que mi madre conservaba.
Se veía amable, seguro de sí mismo. Su mirada me transmitía una lejanía incierta.
Siempre me resultó agradable pronunciar su apellido: Siciliano.
Mi mente nunca había registrado, desde el punto de vista geográfico, la evidente relación entre el apellido Siciliano y Sicilia.
Mi madre no hablaba de su padre.
A veces ella lo recordaba en silencio, extrañándolo.
Otras veces cantábamos canciones italianas de un pequeño cancionero que él le había regalado y que, seguramente, habían cantado juntos.
A ella le gustaban Iva Zanicchi y Caruso entre otros.
Tantas veces escuché sonar los cassettes de sus canciones sin darme cuenta de que mamá entendía perfectamente las letras en italiano.
Busco inevitablemente en Google y en una fracción de segundo aparece una larga lista de versiones posibles. Elijo una y me dedico a recordar ... La riva bianca, la riva nera ...
Yo estoy allí, junto a la tía Ada, como una niña curiosa, huérfana de abuelos y de historia.
Un hecho histórico. Por primera vez, escucho a alguien que lo conoció, hablar de mi abuelo.
La tía comienza a hablar.
Sus ojos y su rostro se iluminan al hablar de él. Admira a su padre.
Era la hija mayor, la primera de cuatro hermanos.
Mi madre, en cambio, la menor.
Los ojos de la tía no son celestes como los de mi madre, pero sí igualmente expresivos.
Ella no exagera en el uso de sus manos al hablar, ni realiza demasiados gestos.
Sus movimientos son medidos y permanece más bien serena.
Su forma de hablar y su acento no son típicamente porteños (de la Ciudad de Buenos Aires).
Incluso ciertas palabras y expresiones que utiliza, vienen de otro continente, de otro idioma ... cuyo ritmo y melodía reconocemos en Buenos Aires muy fácilmente.
Ella es, con toda claridad, hija de un italiano.
De dónde había venido Francesco ... la tía solamente sabía que era de Cosenza.
Ella ignoraba que Cosenza no es solamente una ciudad.
No era consciente de cómo se organiza administrativamente la geografía en Italia (yo lo sabía porque previamente al encuentro con la tía Ada, estando en la búsqueda del acta de nacimiento de mi abuelo Francesco, había yo enviado correos electrónicos a las -si no me equivoco- 157 comunas de Cosenza).
Mucho menos podía la tía imaginar la existencia de San Marco Argentano, el pueblo de origen donde su padre, junto a familiares y amigos, pasó los primeros años de vida, en el corazón de Calabria. Ni siquiera logró imaginarlo cuando abrí el Street View de Google en mi MacBook y pudimos "pasear" por sus calles. Ella miraba. Veía perfectamente. Paro entre ella y esas imágenes se abría una dimensión abismal. Se preguntaba dónde estaban los edificios ...
Francesco, como tantos otros abuelos, nunca regresó allí.
Y la tía ... seguramente por sus propias razones ... creo que nunca quiso saber más.
O posiblemente sabía más de lo que decía.
Sabía que su padre hablaba de almendras y también de un molino ...
Sabía que su padre había recibido una instrucción eclesiástica; que estudió durante cuatro años en el Vaticano (de los 12 a los 16); que allí había estudiado Italiano (se refería al italiano académico) y también Latín.
Orgullosa contaba que la madre de Francesco, consultaba ciertos temas con él y no con su esposo, porque Francesco tenía una mejor educación.
Con emoción me explicaba que su padre aprendió muy rápido el español y que hacía traducciones; que se reunía con los escritores de la emblemática revista Sur y que escribía mucho con una caligrafía hermosa; que había trabajado en la administración de los Ferrocarriles Argentinos, y que había llegado a tener un puesto directivo allí.
Me contó que Francesco llegó en barco a Argentina con su madre y dos hermanos: Genoveva y Emilio. Tenía otro hermano más, pero luego descubrí que había muerto en San Marco a los 5 años. Beniamino, el padre de Francesco, había viajado antes a Buenos Aires donde comenzó a desempeñarse en su oficio como ebanista. Realizaba trabajos artísticos en madera, que mi tía pudo ver y consideraba preciosos. Y en su casa del barrio de Caballito esperó Beniamino en 1907 a su esposa y a sus hijos.
Fue en ese momento la primera vez que oí nombrar a mi bisabuelo Beniamino, a su esposa Pasqualina y a la familia de Francesco.
Muchas veces había sentido curiosidad y había preguntado por mi abuelo.
Pero, al no recibir respuestas, no había llegado más allá de él mi imaginación.
Cuando la tía nombró al bisabuelo, le dio existencia a un mundo nuevo, inesperado para mí.
Il bisnonno Beniamino
Tuve la sensación de que una puerta se abría hacia un valioso pasado de personas ignotas y personas con nombre, o mejor dicho, con apellido ...
Un pasado en el que me vi inmersa de pronto, en el que ellos habían estado.
Ellos, mis abuelos, sin los cuales mi vida no hubiera existido.
A partir de ese momento, el eje de la Historia giró unos cuantos grados y adquirió para mí un nuevo sentido (no únicamente la que abarca la breve vida de mis ancestros sino la otra historia y el contexto, en los que sus vidas tuvieron lugar).
Y la tía dijo:
"Beniamino era un hombre muy buenmoooozo. Tenía unos ojos celeeestes", cuenta dirigiendo su mirada al cielo y llevando sus dos manos a la altura de sus ojos mientras hacía un movimiento con los dedos, indicando que los ojos del abuelo eran grandes.
Así comenzó la tía a contarme la historia de Beniamino.
La tía Ada me tomó por sorpresa, sin darme tiempo a pensar o a preparar un grabador para registrar lo que diría a continuación ...
Más tarde pude re-preguntarle sobre ciertos detalles y tomar notas.
Dicho esto y luego de tanto preámbulo: intentaré escribir el relato de la tía tal y como quedó impreso en mi memoria.
"Al abuelo Beniamino ... lo recuerdo como un hombre muy triste.
(silencio)
Su madre era una chica que trabajaba en la casa de una familia feudal.
Un día esta chica conoció a un muchacho, que era uno de los hijos de esta familia, que se llamaba Scorza. Los Scorza eran una familia muy rica y -como se usaba en esa época en las familias importantes- el chico estaba prometido para casarse, con una prima. No podían casarse con quien eligieran como ahora.
El tema es que la muchacha y este chico Scorza se conocieron ... se enamoraron ... Y bueno ... después ella quedó embarazada de tu bisabuelo Beniamino.
Eran chicos ... no sabían bien qué hacer. Entonces decidieron escaparse. Se fueron a Sicilia. Y allí nació tu bisabuelo, quien por eso tiene el apellido Siciliano, porque nació en Sicilia y como no podían ponerle el apellido del padre ...
Finalmente, pasó el tiempo y los encontraron.
A él lo hicieron volver al palazzo y a ella la enviaron a un convento, con las monjas.
Pero al volver, él hizo un trato con su familia.
Aceptó casarse con la prima a la que estaba prometido (no tenía otra opción), pero pidió a cambio que su hijo viviera en el palazzo y fuera educado en el oficio que él eligiera hasta cumplir los 21 años.
La familia aceptó el trato. Porque Beniamino era el primer hijo. Y, aunque no era un hijo legítimo, en aquella época el primer hijo era muy importante.
Más adelante, el muchacho Scorza se casó con su prima y tuvo con ella dos hijos ... y también una hija (si no me equivoco).
Beniamino aprendió el oficio de carpintería y ebanistería, se casó con Pasqualina y el primer hijo que tuvieron fue tu abuelo Francesco. Luego tuvieron tres hijos más en Italia. Y más adelante en Argentina, todavía otros tres.
El padre de Beniamino (el abuelo de Francesco) adoraba a Francesco, a Ciccio ... era la luz de sus ojos ... porque era el primer hijo de su primer hijo. Así que, cuando Francesco cumplió 12 años lo mandó a estudiar al Vaticano, para que se ordenara como sacerdote. Y Francesco estudió cuatro años allí, hasta los 16.
El problema es que la familia legítima de Scorza ofrecía una gran resistencia ... Su mujer y sus hijos no aceptaban a Francesco ... y había tanta rispidez y competencia que lo amenazaron de muerte.
Y así fue que finalmente Francesco y toda la familia viajaron a Buenos Aires, cuando Francesco tenía 17 años. No sé si fueron allá porque un hermano de Pasqualina estaba en Córdoba (provincia argentina) ... Él se había casado con una mujer muy relacionada con la Curia. Creo che los ayudaron al comienzo para hacer contactos de trabajo."
Después de escuchar la fantástica e hipnotizante historia de la tía Ada, que no duró más de 5 minutos, no pude comprender con exactitud cómo un relato semejante podía haber permanecido oculto por tantas décadas.
Podría haber imaginado que los abuelos hubieran viajado de San Marco a Buenos Aires para buscar una mejor situación económica, o por algún conflicto bélico, diferencias ideológicas o hasta con fines aventureros ... Pero ... la idea de que hubieran emigrado de su lugar natal por conflictos familiares? No. No lo habría imaginado jamás.
Transcurridos varios años, con esa costumbre que tiene el tiempo de no detenerse demasiado, hallándome en camino entre Mitterfeld y Viena, desde la ventana de mi tren, sin saber quiénes eran los Scorza ni conocer el contexto que giraba en torno a Beniamino y sus seres cercanos, decidí entonces remitirme a las fuentes para verificar y/o también descartar lo que fuera necesario del relato de la tía.
Sintiendo un poco de vergüenza por no dominar correctamente el italiano, escribí en castellano mi mensaje al Prof. Paolo Chiaselotti, investigador inevitable y exhaustivo historiador de cada rincón de la historia escrita y no escrita de San Marco. Le escribí cautelosamente algunos datos que la tía me había dado. Y, como las migas de pan de Hansel y Gretel, lupa en mano, comenzamos a seguir las pistas del relato aquel.
Aquí termina una parte de esta historia, llena de huecos y piezas faltantes, que comienza con Ada, Edith, Enrique, Francesco, Rodelinda, Beniamino, Pasqualina, y todos mis ancestros, o simplemente conmigo, que soy quien la escribe. En recuerdo del abuelo Francesco, de quien probablemente haya heredado el placer de escribir. En recuerdo del bisabuelo Beniamino y la abuela Pasqualina, que no aprendieron a leer ni a escribir con letras. También en recuerdo de tantos otros que no puedo siquiera recordar. Sin su presencia, estas palabras nunca hubieran sido escritas.
La investigación
Bajo del tren en la Estación del Oeste (Westbahnhof) en Viena. Salgo hacia la izquierda por una avenida con la intención de buscar un lugar en el que terminar de redactar y corregir mi texto. Unos 200 metros después veo en la esquina siguiente unas letras que llaman inexorablemente mi atención. Un café. Nunca lo había visto. O tal vez es nuevo ... Al leer su nombre, no tengo dudas de que es el lugar indicado. Su nombre ... San Marco.
Consciente de que no es sencillo rearmar una historia y encontrar las piezas inexistentes de un rompecabezas como éste, reconozco que nunca hubiera podido avanzar tanto por mi propia cuenta, sin la colaboración de un investigador generoso y entusiasta como Paolo Chiaselotti.
A través de todo su conocimiento y los documentos que puso a mi disposición, se hizo posible transitar por los vericuetos de los tiempos y los lugares a los que ya no es tan sencillo acceder.
Probablemente algunos datos nunca podrán ser corroborados o negados. No es mi idea aquí, desarrollar el largo proceso de investigación que aún continúa, al menos no por el momento.
Entre mails y documentos que viajaban virtualmente entre San Marco y mi tren, puertas se abrían y cerraban en fracción de segundos, en un abrir y cerrar de e-mails.
A modo de muestra, presento a continuación algunas puntas de ovillo.
Encontramos en San Marco el acta de nacimiento de Beniamino. Nació y fue inscripto en San Marco y no en Sicilia como contaba la tía. Me enteré entonces de que, según las leyes y usos de la época, habría sido casi imposible trasladar a un niño nacido en un lugar "X" para que fuera inscripto recién, días después, en otro pueblo tan lejos del lugar de su nacimiento. El apellido Siciliano no estaría así relacionado con Sicilia.
Comprobamos que Beniamino fue aparentemente abandonado (según el acta), pero descubrimos que el supuesto abandono podría haber sido una puesta en escena para ocultar su verdadero origen. Esto nos guía al siguiente punto. Los niños abandonados no usaban obviamente el apellido del padre. Uno de los apellidos más habituales en la época para los huérfanos era Espósito. Pero Beniamino fue inscripto como Siciliano Espósito y no únicamente Espósito. Si nadie hubiera reconocido de alguna manera al niño, sea por leyes o voluntad propia, el apellido Siciliano no hubiera estado presente en su Acta. Por todo esto, con un gran porcentaje de seguridad, casi podríamos afirmar que Siciliano era el apellido de la madre.
También pude observar que los hijos de Beniamino, entre ellos mi abuelo Francesco, llevaron como apellido únicamente Siciliano. Incluso en el acta de nacimiento de Francesco, su padre Beniamino, figura inscripto como Beniamino Siciliano. El apellido Espósito fue eliminado. No sé si era lo habitual en estos casos.
Siguiendo las migas de pan de la tía y rastreando en la genealogía, pudimos encontrar indicios, coincidencias de fechas, casamientos y nacimientos de hijos ... que nos permiten acercarnos bastante a la idea de quién pudo haber sido su madre y quién su padre. Quedamos sorprendidos al descubrir que el posible padre habría sido mucho más joven de lo que hubiéramos podido imaginar.
Luego nos dedicamos a encontrar signos en su vida que indicaran que Beniamino contó con cierto tipo de protección. El hecho de que haya aprendido el oficio de carpintero era una cierta evidencia, ya que en aquella época no todos tenían acceso a este tipo de formación. Es posible que sepamos con quién estudió carpintería, quién fue su maestro y también quién pudo haberle presentado a mi bisabuela Pasqualina, nacida en Torano Castello. Encontramos algunas otras concordancias con el relato de la tía Ada en esta línea de investigación. Alguien, sin dudas, parece haber protegido a Beniamino.
Y así fuimos siguiendo, una a una las pistas que hicieron surgir en mí nuevas preguntas y reflexiones, asociaciones y deducciones e innumerables imágenes que podrían dar lugar, en sí mismas, a infinitas nuevas historias.
Sin proyectos como éste -llevados a cabo por personas curiosas, que ponen a disposición del público sus investigaciones y mucha información que ayuda a realizar estos "viajes en el tiempo"- cada palabra del relato de la tía Ada habría quedado solamente en eso. No hubiera sido más que un cuento fantástico. Nunca me cansaré de agradecer la existencia de estos inmensos trabajos de conservación de la memoria histórica que promueven el desarrollo de la propia consciencia y el contacto con las raíces.
Algunas reflexiones Post investigación
Y, como la contraforma da existencia a la forma, los huecos en la historia, sus elementos faltantes, son los que la crean y la conforman.
Aunque no haya más intermediarios de la familia a quienes consultar, lo que al comienzo permanecía oculto, deviene ahora evidente. Y no me resulta difícil imaginar cómo puede haberse sentido mi bisabuelo Beniamino al llegar solo a una ciudad como Buenos Aires, con sus enormes distancias, su velocidad, confusión, circunstancias políticas y la presencia de una población multicultural, producto de las inmigraciones masivas (que crecía más y más) y que ha dado a la Ciudad la diversidad e impronta que aún perdura. él no corrió la misma suerte que una gran cantidad de inmigrantes. No vivió en un inquilinato y tuvo la posibilidad de tener un trabajo artístico y una linda casa. Pero ... tan diferente debía ser esto a su pueblo de origen en la Calabria del 1900 ... Tan diferente como ha sido para mí lo contrario, un siglo después: mudarme de la ciudad de Buenos Aires a un pueblito perdido en el medio de Austria, donde hasta las nubes y los pájaros "saben" más de mí que yo misma.
Luego de conocer los hechos de su vida, me he preguntado si él habrá podido conocer y visitar a su madre. Qué cielos habrán reflejado sus ojos. Si ha sido él quien relató su propia historia a sus hijos. Me pregunto si algún otro de sus bisnietos (si los hay) se imaginó su existencia. Si tuvieron la suerte de "conocerlo" como yo. Si alguien habrá querido ver la casa en la que vivió en San Marco o en Buenos Aires o ver algunos de sus trabajos como ebanista.
Tomó una decisión. Al parecer se vio forzado a hacerlo. No sé si lo hizo solo o tal vez en compañía de su padre, o de alguna otra persona de su entorno y confianza. Todo parece indicar que tuvo que buscar una solución radical al haberse sentido en peligro por una amenaza hacia su primer hijo, su familia, por algo de lo que él no era responsable. Beniamino no eligió su nombre. Beniamino no eligió ni a su madre ni a su padre (aunque haya teorías que digan que elegimos dónde nacer).
La historia de Beniamino me ha llevado a reflexionar sobre temas que, hoy en día, pueden parecer incomprensibles o sin sentido alguno. El peso o las consecuencias surgidas a causa de la legitimidad o ilegitimidad de una persona en el seno de una cierta comunidad familiar. La desmesurada importancia de un primogénito ... No hace tanto tiempo atrás ...
En 1891 nació mi abuelo Francesco ... Y únicamente por haber sido un primogénito tuvo acceso a un cierto nivel de educación, reservado solamente para unos pocos en esa época.
Por una parte, esto da cuenta en su historia de que alguien pagó por ello.
Pero por otro lado ... se puede observar que los hermanos de Francesco, al no ser primogénitos, no recibieron la misma educación ni tuvieron privilegio alguno.
Y la familia legítima de mi tatarabuelo (padre de Beniamino) ... si es como cuenta la tía ... No sé cómo habrá sido su devenir ni qué tanto afectó sus vidas la presencia de Francesco, para sentir la necesidad de recurrir a una amenaza semejante. Es una incógnita. Si bien puedo deducir múltiples causas posibles, me perece que quedaré sin conocer las reales.
Y, siguiendo con Francesco, también surgen interrogantes.
Tal vez parezca una pregunta banal, pero al principio me pregunté por qué el abuelo Francesco no había vuelto a Italia nunca más. Luego de escuchar la historia de la tía Ada, me quedó claro su motivo. Es razonable no regresar a un lugar del que uno fue "invitado a partir" con tanta amabilidad. No tendría mucho sentido. Y además, estaría ocupado con su vida presente y su familia.
De todos modos, profundizando un poco más en la cuestión en líneas más generales, me doy cuenta también de que viajar de un continente a otro por mero placer no era tan habitual ni sencillo en aquellos tiempos. Solamente imaginar los avatares de un viaje en aquellos barcos ... Los lugares de esparcimiento estaban más cerca, sin necesidad de cruzar el océano.
Me doy cuenta -en un acto de re-conocimiento de la historia- de que el abuelo llegó a Buenos Aires antes de la Primera Guerra. Y que luego, entre crisis diversas, tanto políticas como económicas, volvió Europa a quedar envuelta en un Segundo Conflicto bélico, aún más complejo e irrisorio que el anterior. Puedo imaginar, que en tales escenarios, viajar a Europa no era lo más deseado del mundo. Probablemente, si el abuelo hubiera vivido unos años más, quién sabe ... hubiera regresado, aunque sea de paso, a su Italia natal.
Me doy cuenta de que, en circunstancias absolutamente distintas -y habiendo decidido estar aquí donde vivo sin que mediara amenaza alguna- hace ya bastantes años que no he vuelto a mi tierra (Argentina).
No llegué a ver los escritos de Francesco (que la tía guardaba celosamente en lo alto de un ropero). La tía Ada falleció hace unos años y mi primo Gustavo hasta el momento no he podido contactarlo. En cambio, sí pude ver y a tomar registro de algunas fotos que la tía aún tenía y que habían sobrevivido a las mudanzas y que incluyo aquí, como parte del texto. Fue Paulina quien tomó coraje para subir la escalera y bajar las cajas del ropero donde la tía las guardaba, aún cuando la tía Ada no estaba del todo convencida de querer mostrarlas. A través de ellas, y gracias a los cambios tecnológicos de la época, pude tomar contacto con imágenes más espontáneas del nonno, que reflejaban otros aspectos de su vida. También encontré algunas postales que el abuelo había recibido de San Marco. Y fotos con integrantes del movimiento antifascista Italia Libera, en el que participó activamente. Quería a Italia y nunca renunció a su ciudadanía, como sí lo hizo mi otro abuelo de origen valenciano (pero eso es otra historia).
La historia ... de tanto hablar de ella, finalmente no sé lo que sea realmente ...
Se trata a veces de hechos. Otras de poesía.
Me pregunto qué haría el abuelo Francesco si hoy viviera ..., comprometido con su época y vivaz como lo imagino. Me intriga saber si podría haber imaginado que una de sus nietas vendría a vivir a Austria y visitaría el pueblo en el que él nació ... Lo veo feliz en su quinta por haber cosechado un zapallo que casi le llega a la cintura ... Me despierto en medio de una noche. Allí estábamos varios integrantes de la familia, entre ellos el abuelo Francesco, sonriente. Nos veíamos alegres y podría decir que parecíamos estar frente a una cámara, que en cualquier momento, tomaría una foto de todos nosotros (en blanco y negro, por supuesto).
El sueño termina. Abrazo con el abuelo Francesco. Él me dice tranquilamente: la vida ... es una puesta en escena. Es todo un teatro.
Carla Marqués Medrano
Viena, 20.02.2020
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